Las Voces del Desierto explica la historia de una doctora estadounidense que es invitada por una tribu aborigen de Australia a acompañarlos en su walkabout, un viaje de aprendizaje por el desierto. Despojarse de sus ropas y bienes materiales le lleva tan solo unos minutos, pero desprenderse de creencias y prejuicios le llevará un poco más. Un viaje interior y que le adentra en uno de los desiertos más hostiles del planeta y del que saldrá con unos valores y enseñanzas aplicables en cualquier lugar y situación de la vida.
Las Voces del Desierto vuelve a pasar por mis manos años después de leérmelo por primera vez, como un recuerdo olvidado que vuelve sin pedir permiso. Esta vez lo he leído teniendo en mente las experiencias vividas durante los nueve meses que pasamos recorriendo Australia y, al igual que la protagonista, aprendimos el valor de la naturaleza que, aunque pueda parecer hostil, nos brinda todo lo que necesita el ser humano y el resto de seres vivos que habitan el planeta.
Independientemente de que la historia que cuenta este libro sea realidad o ficción, una cosa está clara y es que las ideas que la autora quiere transmitir son necesarias tenerlas muy presentes en el día a día. En un mundo donde prima la individualidad, la propiedad privada y el abuso del planeta Tierra y de sus habitantes (incluidos los humanos), leer un libro como Las Voces del Desierto nos recuerda que la vida es mucho más. De hecho, no es nada de todo eso, es totalmente lo contrario. Tal como repite la escritora a lo largo del relato: “… que sea por el bien supremo de la vida en todas partes”.
La autora nos invita a reflexionar sobre el sentido de la vida a través de un walkabout, internándose en una tierra desconocida y amenazadora para ella. Nos alienta a observar sin juzgar, a liberarnos de prejuicios y apegos, y a replantearnos ciertos aspectos rígidos de nuestras vidas.
Me quedo con una frase: “La mayoría se muere sin saber que se siente al estar desnudo bajo la lluvia”. La próxima vez que me encuentre ante una tormenta, del tipo que sea, intentaré contener el impulso de huir y ponerme a refugio, desnudaré mi alma y dejaré mi piel expuesta. Puede que descubra que las tormentas no son tan malas como nos hacen creer.
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